Faraón se condujo altivamente en el país y dividió a sus habitantes en clanes.
Debilitaba a un grupo de ellos, degollando a sus hijos varones y dejando con
vida a sus mujeres. Era de los corruptores.
Inspiramos a la madre de Moisés: «Dale de mamar y, en caso de peligro, ponlo en
el río! ¡No temas por él, no estés triste! Te lo devolveremos y haremos de él un
enviado».
Así, lo devolvimos a su madre, para, que se alegrara y no estuviera triste, para
que supiera que lo que Alá promete es verdad. Pero la mayoría no saben.
Sin que se enteraran sus habitantes, entró en la ciudad y encontró a dos hombres
que peleaban, uno de su propio clan y otro del clan adverso. El de su clan le
pidió auxilio contra el del otro. Moisés dio a éste un puñetazo y le mató. Dijo:
«Esto es obra del Demonio, que es un enemigo, extra viador declarado».
A la mañana siguiente se encontraba en la ciudad, temeroso, cauto, y he aquí que
el que la víspera había solicitado su auxilio le llamó a gritos. Moisés le dijo:
«¡Estás evidentemente descarriado!»
Habiendo querido, no obstante, poner las manos en el enemigo de ambos, éste le
dijo: «¡Moisés! ¿Es que quieres matarme a mí como mataste ayer a aquél? Tú no
quieres sino tiranizar el país, no reformarlo».
Entonces, de los arrabales, vino corriendo un hombre. Dijo: «¡Moisés!» los
dignatarios están deliberando sobre ti para matarte. ¡Sal! Te aconsejo bien».
Cuando llegó a la aguada de Madián, encontró allí a un grupo de gente que
abrevaba sus rebaños. Encontró, además, a dos mujeres que mantenían alejado el
de ellas. Dijo: «¿Qué os pasa?» Dijeron ellas: «No podemos abrevar el rebaño
mientras estos pastores no se lleven los suyos. Y nuestro padre es muy anciano».
Una de las dos vino a él con paso tímido y dijo: «Mi padre te llama para
retribuirte por habernos abrevado el rebaño». Cuando llegó ante él y le contó lo
que le había ocurrido, dijo: «¡No temas! Estás a salvo del pueblo impío».
Dijo: «Quisiera casarte con una de estas dos hijas mías, pero a condición de que
trabajes para mí durante ocho años. Si completas diez, es ya cosa tuya. No
quiero coaccionarte. Encontrarás, si Alá quiere, que soy de los justos».
Y, cuando Moisés cumplió el tiempo convenido y se fue con su familia, distinguió
un fuego del lado del monte y dijo a su familia: «¡Quedaos aquí! Distingo un
fuego. Quizá pueda informaros de qué se trata u os traiga un tizón. Quizás, así
podáis calentaros».
¡Tira tu vara!» Y cuando vio que se movía como si fuera una serpiente, dio media
vuelta para escapar, sin volverse. «¡Moisés! ¡Avanza y no temas! ¡No va a
pasarte nada!
Introduce la mano por la escotadura de tu túnica y saldrá blanca, sana. Frente
al miedo, ¡mantente sereno! He aquí dos pruebas de tu Señor, destinadas a Faraón
y a sus dignatarios, que son gente perversa».
Dijo: «Fortaleceremos tu brazo con tu hermano y os daremos autoridad. Así no se
llegarán a vosotros. Gracias a Nuestros signos, vosotros dos y quienes os sigan
ganaréis».
Cuando Moisés les trajo Nuestros signos como pruebas claras, dijeron: «¡Esto no
es sino magia inventada! No hemos oído que ocurriera tal cosa en tiempo de
nuestros antepasados».
Faraón dijo: «¡Dignatarios! Yo no sé que tengáis a ningún otro dios que a mí.
¡Hamán! ¡Cuéceme unos ladrillos y hazme una torre! Quizás, así, pueda llegarme
al dios de Moisés. Sí, creo que miente».
Después de haber hecho perecer a las generaciones precedentes, dimos a Moisés la
Escritura como argumento evidente para los hombres, como dirección y
misericordia. Quizás, así, se dejaran amonestar.
Ni estabas en la ladera del monte cuando llamamos. Empero, por una misericordia
venida de tu Señor, para que adviertas a un pueblo al que no ha venido monitor
alguno antes de ti. Quizás, así, se dejen amonestar.
Si como castigo a sus obras, les afligiera una desgracia, dirían: «¡Señor! ¿Por
qué no nos has mandado un enviado? Habríamos seguido Tus signos y creído».
Pero, ahora que la Verdad ha venido a ellos de parte Nuestra, dicen: «¿Por qué
no se le ha dado lo mismo que se dio a Moisés?» Pero ¿no se mostraron también
incrédulos ante lo que se había dado antes a Moisés? Dicen: «Son dos casos de
magia que se respaldan mutuamente». Y dicen: «No creemos en ninguna».
Y, si no te escuchan, sabe que no hacen sino seguir sus pasiones. ¿Y hay alguien
más extraviado que quien sigue sus pasiones, sin ninguna dirección venida de
Alá? Alá no dirige al pueblo impío.
Cuando oyen vaniloquio, se desvían y dicen: «Nosotros responderemos de nuestros
actos y vosotros de los vuestros. ¡Paz sobre vosotros! ¡No deseamos tratar con
los ignorantes!»
Tú no puedes dirigir a quien amas. Alá es, más bien, Quien dirige a quien él
quiere. Él sabe mejor que nadie quiénes son los que siguen la buena dirección.
Dicen: «Si seguimos la Dirección contigo, se nos despojará de nuestra tierra».
Pero ¿es que no les hemos dado poder sobre un territorio sagrado y seguro, al
que se traen frutos de todas clases como sustento de parte Nuestra? Pero la
mayoría no saben.
¡Cuántas ciudades hemos hecho perecer, que se ufanaban de sus medios de
subsistencia! Ahí tenéis sus viviendas, casi del todo deshabitadas después de
ellos. Hemos sido Nosotros los Herederos.
Tu Señor nunca ha destruido ciudades sin haber antes mandado a su metrópoli a un
enviado que les recitara Nuestras aleyas. Nunca hemos destruido ciudades, a
menos que sus habitantes fueran impíos.
Lo que habéis recibido no es más que breve disfrute de la vida de acá y ornato
suyo. En cambio, lo que Alá tiene es mejor y más duradero. ¿Es que no razonáis?
Uno a quien hemos prometido algo bello, que verá cumplirse, ¿es comparable a
aquel otro a quien hemos permitido el breve disfrute de la vida de acá y a quien
luego, el día de la Resurrección, se hará comparecer?
Aquéllos contra quienes se pronuncie la sentencia dirán: «¡Señor! éstos son los
que nosotros descarriamos. Les descarriamos como nosotros también estábamos
descarriados. Somos inocentes ante Ti. No es a nosotros a quienes servían».
Di: «¿Qué os parece si Alá os impusiera una noche perpetua hasta el día de la
Resurrección? ¿Qué otro dios que Alá podría traeros la claridad? ¿Es que no
oís?»
Di: «¿Qué os parece si Alá os impusiera un día perpetuo hasta el día de la
Resurrección? ¿Qué otro dios que Alá podría traeros la noche para reposaros? ¿Es
que no veis?»
Como muestra de Su misericordia, ha establecido la noche para vosotros para que
descanséis y el día para que busquéis Su favor. Y quizás así, seáis agradecidos.
Haremos comparecer un testigo de cada comunidad y diremos: «¡Aportad vuestra
prueba!» Y sabrán que la Verdad es de Alá. Y se esfumarán sus invenciones.
Coré formaba parte del pueblo de Moisés y se insolentó con ellos. Le habíamos
dado tantos tesoros que un grupo de hombres forzudos apenas podía cargar con las
llaves. Cuando su pueblo le dijo: «No te regocijes, que Alá no ama a los que se
regocijan!
¡Busca en lo que Alá te ha dado la Morada Postrera, pero no olvides la parte que
de la vida de acá te toca! ¡Sé bueno, como Alá lo es contigo! ¡No busques
corromper en la tierra, que Alá no ama a los corruptores!»
Dijo: «Lo que se me ha dado lo debo sólo a una ciencia que tengo». Pero ¿es que
no sabía que Alá había hecho perecer antes de él a otras generaciones más
poderosas y opulentas que él? Pero a los pecadores no se les interrogará acerca
de sus pecados.
Apareció ante su pueblo, rodeado de pompa. Los que deseaban la vida de acá
dijeron: «¡Ojalá se nos hubiera dado otro tanto de lo que se ha dado a Coré!
Tiene una suerte extraordinaria».